jueves, 25 de marzo de 2010

La guerra entre E.U.A y México(1846-1848)






La guerra México-Estados Unidos fue un conflicto bélico entre estos dos países de 1846 a 1848 relacionado con la anexión en 1845 de Texas al territorio norteamericano. México se rehusó a reconocer esta secesión y consideró a Texas como una provincia rebelde. Tras su independencia de España en 1821, México heredó las provincias de Alta California, Nuevo México y Texas de España. Debilitado y prácticamente en bancarrota tras la guerra, el nuevo gobierno mexicano fue incapaz de gobernar sus territorios del norte a miles de kilómetros de la capital. Buscando controlar la región fronteriza de Texas, el gobierno mexicano permitió que unos cuantos cientos de norteamericanos se asentaran en el área pero esto desembocó en que miles de ellos llegaron a vivir al lugar. Los habitantes de habla inglesa pronto se convirtieron en la mayoría. Estados Unidos intentó, en repetidas ocasiones, comprar Texas. México, gobernado por el Emperador Agustín de Iturbide y su sucesor, Antonio López de Santa Anna, fervientemente se opuso a vender el territorio. Mientras tanto, los habitantes de Texas se habían estado desilusionando del gobierno mexicano. Muchos se quejaban de la ubicación de su capital, la cual periódicamente fluctuaba entre Saltillo y Monclova, en el Estado de Coahuila, a 800 kilómetros de distancia. Los tejanos querían formar otro Estado con su propia capital, perteneciente a México pero independiente de otros.Los habitantes de Texas también peleaban por tener los derechos otorgados en Estados Unidos, como por ejemplo, la libertad de culto; México exigía que los colonizadores se declararan seguidores de la Iglesia Católica. Tampoco estaban de acuerdo con la falta de esclavos, en México se había abolido la esclavitud desde 1829. En 1836, de una población total de 38,470 personas en Texas, 5,000 de ellos eran esclavos. En 1845, el recién electo Presidente James K. Polk intentó conseguir un acuerdo con México para establecer la frontera en Río Grande y comprar California. Frustrado porque México se rehusó a negociar, en enero de 1846, Polk le ordenó al ejército avanzar hasta el Río Grande. El primer choque armado sucedió el 24 de abril de 1846 en Rancho Carricitos, ubicado en Texas al norte del Río Bravo. Una caballería mexicana de 2,000 hombres atacó a un grupo de 63 estadounidenses que habían sido enviados para resguardar este territorio en disputa; murieron 11 soldados norteamericanos. Esta zona era reclamada como propia por el gobierno de Estados Unidos, lo que llevó al presidente Polk solicitar al Congreso una declaración de guerra, argumentando “Sangre estadounidense ha sido derramada en suelo estadounidense”. El Congreso de Estados Unidos declaró la guerra el 13 de mayo de 1846. El país se vio obligado a enfrentar a Estados Unidos sin un ejército ni una población preparada. Esta declaración de guerra desató una gran controversia en Estados Unidos. Un grupo de disidentes marcharon en Washington llamando a la guerra contra México “una guerra agresiva, profana e injusta” y abogaron en contra de enviarles provisiones y armamento a los soldados. El líder de este movimiento, Joshua Giddings, declaró: “En el asesinato de Mexicanos sobre su propio suelo y de robarles su propio país, no puedo participar ahora ni en el más allá. La culpa de estos crímenes debe quedar sobre otros. Yo no participaré. Acusamos al presidente de usurpar el poder para generar guerras y apropiarse de una nación que ha estado durante siglos bajo el dominio de mexicanos. Revisemos bien nuestro deseo de dominio. Tenemos suficiente territorio.”Los abolicionistas del norte condenaron la guerra como un intento de los del sur por continuar la posesión de esclavos. Henry David Thoreau fue encarcelado por rehusarse a pagar impuestos y así dejar por sentado que él no apoyaba esta guerra, fue en prisión donde escribió su famoso ensayo “Desobediencia Civil”. El General Ulysses S. Grant era un joven oficial bajo el mando del General Taylor durante la invasión a México. El General Grant opinó que esta guerra causó que Dios castigara a Estados Unidos con la Guerra Civil. “Considero a esta guerra como una de las más injustas perpetradas por una nación más fuerte contra una más débil. Este fue el caso de una república siguiendo el mal ejemplo de las monarquías europeas, sin tomar en consideración a la justicia en su deseo de adquirir territorio adicional.”Se calcula que 25,000 mexicanos murieron durante la Guerra México-Estados Unidos y 13,000 soldados de EE.UU., pero sólo 1,700 en combate. El noventa por ciento murió de enfermedades, como la fiebre amarilla. El Tratado de Guadalupe Hidalgo fue aprobado por el Senado de Estados Unidos y ratificado por el Congreso de México en Marzo de 1848. Este puso fin a la guerra y le cedió en indiscutido control de Texas a Estados Unidos, estableciendo una frontera entre los dos países en Río Grande. En este tratado también se cedieron a los Estados Unidos los actuales estados de California, Nevada, Utah y partes de colorado, Arizona, Nuevo Mexico y Wyoming; en total, México perdió dos terceras partes del territorio nacional. Por esta entrega, México recibió 15 millones de dólares, menos de mitad de lo ofrecido por Estados Unidos por esas tierras antes de que comenzaran las hostilidades. El gobierno estadounidense también adquirió una deuda de 3.25 millones de dólares que el gobierno mexicano le debía a ciudadanos de EE.UU. Tras esta monumental pérdida de territorio, el gobierno mexicano emprendió una iniciativa para colonizar sus territorios del norte y así protegerse de futuras pérdidas.


La cuestión de Texas.


A pesar de que Estados Unidos utilizó en ocasiones medios violentos para apropiarse de territorios ajenos, tenemos que decir que, en el caso del territorio tejano, mismo que sirvió de pretexto para el inicio de la guerra, no actuó sola la ambición extrema de nuestro vecino del norte: la ineficacia y en muchos casos el oportunismo de las autoridades mexicanas también influyeron. Conscientes de la dificultad que implicaba poblar ese territorio tan lejano, el gobierno decidió vender sus tierras a los colonizadores estadounidenses. De esta forma Texas era sólo nominalmente mexicana, ya que la mayor parte de la población que habitaba ahí había nacido en Estados Unidos; y sus costumbres, lengua y religión, se asimilaban más a aquellas profesadas por los habitantes de ese país. En ese sentido, era comprensible que sus necesidades e intereses personales estuvieran por encima del beneficio y protección de la nación mexicana.
Entre los tejanos existía un gran descontento hacia el gobierno de México. Por un lado, estaban inconformes con el hecho de que la capital de la provincia a la que pertenecían estaba muy lejos y ello complicaba cualquier trámite que se quisiera llevar a cabo. Por otra parte, les molestaba que el ejército estuviera conformado por criminales convictos que habían permutado su tiempo en prisión por servir en las fuerzas armadas. Finalmente, resentían que el gobierno les exigiera convertirse al catolicismo. Estas y otras razones estaban detrás de la intención de separarse de la República Mexicana.
Por su parte, Estados Unidos había intentado comprar en diversas ocasiones el territorio de Texas; sin embargo, sus ofertas habían sido rechazadas. Así, ante la renuencia del gobierno mexicano de escuchar sus peticiones y la imposibilidad de unirse al país vecino, los tejanos decidieron levantarse en armas.
En 1836, después de una infructuosa campaña militar del presidente mexicano Antonio López de Santa Ana para someter a los colonos, Texas consiguió su independencia de México. Años más tarde buscaría anexarse a Estados Unidos, lo que provocó el inicio de las hostilidades entre ambas naciones.


Los intereses esclavistas.


Además de obedecer al expansionismo de Estados Unidos, uno de los factores fundamentales que dio origen a este conflicto armado fue la esclavitud. Los colonos de Texas decidieron separarse de la República Mexicana argumentando que la forma de gobierno centralista que había adoptado México en 1835 iba en contra de sus intereses. Sin embargo, los estudios sobre este tema han demostrado que uno de los motivos principales que los llevó a rebelarse fueron las limitaciones a la esclavitud. Incluso si el sistema federal no hubiera sucumbido, la independencia de Texas se habría efectuado, ya que lo que estaba en juego tenía más que ver con las pugnas internas de las facciones estadounidenses que con el sistema político mexicano.
Como explica el historiador Alfonso Toro: “La expansión territorial de los Estados Unidos […] a raíz de su independencia, se había realizado con asombrosa rapidez […]; pero su hidrópica sed de territorio no se saciaba, y la lucha del predominio político entre esclavistas y antiesclavistas, dio por resultado la independencia de Texas.”(2)

A mediados del siglo XIX, existían en Estados Unidos dos partidos: el del norte, que era antiesclavista; y el del sur que luchaba por lo contrario. Cada uno buscaba aumentar su poder y territorio para ejercer un control más efectivo. Cuando James Polk, representante del partido demócrata pro-esclavista, fue nombrado presidente, hizo todo lo posible para que las aspiraciones sureñas ligadas a la esclavitud doméstica fueran consumadas. Así podría decirse que la anexión de Texas a la Unión Americana en 1845 fue parte del programa expansionista y esclavista del Partido Demócrata estadounidense.

Los mexicanos a favor de la guerra.


Mientras Estados Unidos consideraba que Texas era un estado soberano y por ello podía anexárselo, México todavía pensaba que formaba parte de su territorio, y en ese sentido consideró su incorporación como un acto de agresión. Aun cuando los mexicanos se percataban de la imposibilidad de defender ese territorio, tampoco querían vender lo que consideraban parte importante del patrimonio nacional. A este respecto, la opinión pública representó un peso muy importante en la toma de decisiones de las autoridades mexicanas. La asociación del expansionismo estadounidense con el racismo y la esclavitud motivó el miedo y el odio de los mexicanos, quienes vinculaban la pérdida de su territorio con la de su libertad y hasta con la extinción de su civilización a manos de los vecinos del norte. Por estas razones, el pueblo mexicano veía con desapruebo cualquier actitud moderada frente a su principal enemigo, y exigían una respuesta militar para dejar en claro que el país no aceptaría la expansión estadounidense hacia otras posesiones de México.
Por su parte, las autoridades estaban conscientes de que no sería posible realizar una defensa eficaz del territorio; sin embargo, decidieron enfrentarse con Estados Unidos porque sabían que para mantener sus posiciones estaban obligados a seguir el clamor popular. Más aun cuando el pueblo en general argumentaba que la integridad y la seguridad del país se encontraban en peligro.
Así México entró a la guerra, pero lo hizo sin una declaración formal de su parte debido a que nadie quería tomar la responsabilidad política que significaría haberlo hecho.
Para organizar el ejército se propuso llamar al servicio militar a todos los mexicanos capaces de llevar armas; organizar la guardia nacional en todos los estados y dictar providencias para proporcionarse armamento que estuviera en poder de los particulares. La ley que contenía estos puntos se aprobó en el Congreso por setenta votos contra dos, lo cual demuestra el consenso que existía por la guerra o, tal vez, el temor que causaba contravenir la opinión popular.
Sin embargo, la ocupación de Veracruz por los estadounidenses y sus triunfos militares que culminarían con la ocupación de la ciudad de México el 14 de septiembre de 1847, modificarían el sentido de optimismo. Ese mismo día el presidente Santa Anna, que había comandado a las fuerzas armadas mexicanas, renunció a su cargo y dividió al ejército. Lo cierto es que Santa Anna había llegado a un acuerdo con Estados Unidos mediante el cual se comprometía a allanar el camino a los estadounidenses a cambio del apoyo que requería para llegar al poder y mantenerse en él por lo menos 10 años:
En medio de tanto barullo ha caído como rayo en almacén de pólvora una noticia que trae el Heraldo de Nueva York y que ha circulado muy de secreto. Así se dice, bajo la fe de una carta escrita en esta ciudad, que Santa Anna ha celebrado un tratado secreto con los Estados Unidos por lo cual se obligó a abandonarles los Estados invadidos, o parte de ellos, disponiendo las cosas de manera que nuestras tropas opongan débiles resistencias, a fin de que después de varios reveses la nación se preste a celebrar la paz a cualquier manera. En premio de esto garantizan los Estados Unidos a Santa Anna la presidencia por diez años, durante los cuales se dispondrán también las divisiones territoriales de modo que fácilmente vayan agregándose a la confederación americana, hasta que su pabellón domine el continente.